Ven a la lucha! El llamado es fuerte y claro...no susurra, más bien, GRITA!!!
A LA BATALLA!!!
Honor et Mortis!!!
LA VIRGEN DE AGARTHA.Hacia el Infinito y más Allá!!!

¿Sabia que Hitler apoyo siempre una religiosidad natural y popular, la idea de un ser Supremo y que pensaba que la espiritualidad sencilla y sana, sin las Iglesias corruptas y politizadas, era un valor fundamental y perfectamente incorporado al Nacional Socialismo?
¿Sabia que en 7 años de su gobierno se construyó una red de autopistas nacionales de 12.000 kilómetros que aun hoy en día se utiliza?
necesitadas, consiguiendo la mayoría de los fondos por medio de colectas, donde se ayudaba al necesitado sin importar su posición política, raza o nacionalidad?
La intuición simbólica es vital para el proceso de reasignación de valores cardinales en pos de lograr la aislación del Yo del sujeto consiente. En el Misterio de Belicena Villca, la iniciación en el Fuego Frio de la Diosa Pyrena, servía para este cometido. Veamos el mito, aqui un extracto del "Bellocino de Oro" del genial mitologo Robert Graves... ¿El retual del Fuego Frío?... Partece que si. Pyerena es la Triple Diosa... Veamos...
Al amanecer dieron comienzo los grandes Misterios. La primera parte estaba reservada a los adoradores del sexo masculino. No está permitido revelar toda la fórmula del ritual nónuple, que tuvo lugar en un bosque de abetos; pero pueden contarse muchas cosas sin faltar al decoro. No es ningún secreto que apareció la propia diosa Rea, penetrando en el cuerpo de la sacerdotisa de Rea. Llevaba una falda acampanada, al estilo cretense, de un tejido teñido de púrpura marina, y por arriba, como única prenda, llevaba puesto un chaleco de manga corta sin abrochar delante y que mostraba la esplendidez y la plenitud de sus senos. En la cabeza llevaba una cofia alta coronada con el disco de la luna y con ámbar que centelleaba, y alrededor de su cuello un collar formado por cincuenta falos, tallados en marfil amarillo. Sus ojos eran de mirada salvaje y cuando la descubrieron los argonautas estaba sentada sobre un sitial construido con los cuernos izquierdos de toros cretenses. Sus ministros eran los representantes de los Dáctilos, los cinco dioses de los Dedos, y del dios Priapo, su amante. Una guardia armada impedia que s ele acercasen la mujeres, los niños y los forasteros.
Todos los novicios, bajo pena de muerte, guardaban un silencio absoluto y se hallaban completamente desnudos; sin embargo, Orfeo, que ya estaba iniciado, ocupó su puesto entre los músicos de la diosa, ataviado con una vestidura blanca que llevaba bordado un rayo dorado.
No se sabe si Licurgo ha existido efectivamente jamás. Los que lo creen, conforme a los testimonios de los antiguos historiadores griegos, dudan respecto a las fechas. Algunos creen que vivió novecientos años antes de J.C.; otros ochocientos; otros setecientos, que es lo más probable. No era un rey. Era tío y tutor del joven soberano Cárialo. Dícese que fue a buscar el modelo de su famosa constitución a Creta, y que para hacerla aceptar por sus compatriotas contó, a su regreso, que fue el oráculo de Delfos en persona quien se la sugirió en nombre de los dioses. Esta imponía una disciplina tan severa y sacrificios tan grandes, que no todos se mostraban dispuestos a aceptarla. Un joven de la aristocracia, Alcandro, enfureciose hasta tal punto al discutirla, que le tiró una piedra a Licurgo y le dio en un ojo. Plutarco cuenta que, por sustraer el culpable al furor de los circunstantes, Licurgo se lo hizo entregar y que por todo castigo se le llevó a cenar consigo. Y entonces, entre plato y plato, mientras se ponía compresas sobre el ojo lastimado, explicó a su agresor como y porqué se proponía dar a Esparta leyes tan furas. Alcandro quedó convenido y admirado por la generosidad de Licurgo, convirtiose en uno de los más celosos propagandistas de sus ideas.
A los siete años el niño era arrancado a la familia y entraba en el colegio militar, a costa del Estado. En cada clase se nombraba paidónomo – o como dirían los alemanes, Führer – al más valeroso, ósea el que había zurrado más y mejor a sus compañeros, resistido mejor las desolladuras y los latigazos de los instructores, y más brillantemente soportado las noches en el chiquero. A los alumnos se les enseñaba a leer y escribir, pero nada más. La única evasión era el canto. Pero estaba prohibido el individual, admitiéndose tan solo el coro, que consolidaba la disciplina; Los coros son un signo característico de las sociedades militares y guerreras; A coro cantaban los alemanes y los rusos, en tanto que franceses e italianos cantan cada cual por su cuenta. Esparta amaba la música como la amaba la Prusia del siglo pasado. Y dado que la educación que daba a sus jóvenes no permitía desarrollar entre ellos a musicógrafos, los importaba del extranjero, como hacemos nosotros con los futbolistas. El más célebre, Terpandro, fue llevado a Lesbos, y recibió tal nombre, que significa “deleitador de hombres”, porque compuso himnos patrióticos donde nadie podía cantar uno solo.
Ciertamente fue una formidable potencia militar que durante siglos hizo temblar de miedo a los vecinos. Toda Grecia puso unos ojos como platos cuando se entero de que el pequeño ejército de Epaminondas la había derrotado. Parecía imposible que hombres que lo habían sacrificado todo a la fuerza, pudieran ser vencidos por la fuerza. Un poco menos imposible, es más, totalmente normal, pareció el hecho de que, perdido el ejército, en Esparta no quedara nada más. La fuerza centrípeta de su sociedad y sus costumbres heroicas la mantuvieron en pie más tiempo que Atenas. Pero las leyes que se habían dado no le permitían ninguna evolución. Hoy, quien vaya a visitarla, no hallará más que un villorrio sin carácter de cinco mil almas, en cuyo pobrísimo museo no hay un resto de estatuas ni un pedazo de columna que atestigüen la existencia de una civilización espartana.
Al ver morir a su amado lobo, el dios Loki, desesperado, decidió vengarse. Para ello no pensó sino en matar a Balder, el segundo hijo, de Odín y de Friga. Balder, dios de la luz, era un joven inteligente y apuesto, muy estimado por los dioses. Su hermosura era tal, que su presencia llenaba todo de claridad. Bastaba verlo y oírlo para amarlo.
o se encontró con que en la caverna de una montaña una giganta llamada Thonk se negó a verter ni una lágrima, pese a las súplicas de todos los dioses.